Este francés de 25 años que llegó de paso a
Chile por una práctica de medicina encontró en sí mismo un viajero
más visceral que un médico sedentario. Por eso, sacó de su alma
nómade la mejor receta para una enfermedad pasional : la fotografía.
Cámara y talento se fueron con jeep y mochila al altiplano chileno
para encontarse con la inmensidad y el silencio.
La naturaleza se ha posado « naturalmente » en la vida de Pierre
Robin. Con su anatomía y sus paisajes corpóreos, tal como si lo
hiciera con el ser humano. Porque si bien no usa guantes quirúrgicos
ni bisturí en este hemisferio de sus pasiones, los collages que
realiza con sus fotografías bien podrían interpretarse como un nuevo
recorrido humano de imágenes asombrosas.
Finalizó su práctica en el
hospital J.J Aguirre de Santiago y abordó la ruta que lo llevaría al
altiplano. Ahí, en las alturas, en la inmensidad, en el desierto, en
el silencio, en lo asombroso de nuestro norte cordillerano encontró
una aventura en cada una de las siluetas naturales que su cámara
congeló en el calor y la soledad. Aunque enfatiza que « la aventura
no está en cada foto sino en todas. En el altiplano, cada kilómetro
es nuevo y viene con paisajes más alucinantes ».
Como el «
«iceberg » del Altiplano, en Puchutilza. Le daba esa sensación de
quedarse sin respiro ante algo imposible. « Me quedé una hora sin
hacer nada, sólo mirando y diciendo: « no es verdad, estás en un
sueño, ¡¡te vas a despertar pronto!! » Aunque dice no haber tomado muchos riesgos reconoce que tuvo
miedo. Sobretodo por la cantidad de desperdicio bélico que está
desparramado en la ruta, que se presenta como una planicie de
batalla fantasmal, con cadáveres de sal."Tuve que cruzar el campo de
minas que hay cerca del salar de Surire con el 4x4…¡sin salir del
camino! », recuerda.
-¿Con qué se
podría comparar ese lugar?
-Podría ser una gran habitación donde
un guagua juega con su auto de juguete o con el interior de un
cerebro; un cerebro con grandes perspectivas o con el espacio,
porque no hay ruido, no hay movimiento y el tiempo parece detenerse.
¡Sí! Pienso que me gusta el altiplano porque el tiempo no es el
mismo que en el metro de Paris. No va a la misma velocidad.
-¿Qué sientes
cuando llegas a Francia…qué echas de menos y qué adoras
dejar?
-Siento felicidad por ver de nuevo a
mi familia y también a mi país. Me gusta Francia de otra manera
que Chile. Lo que echo más de menos es la despreocupación, lo calmo
y mágico del altiplano.
-¿Cuál es tu relación
con el cuerpo humano? ¿Puede un paisaje ser comparado con el cuerpo?
-Uno puede comparar
cualquier cosa con cualquier cosa. A mí me gustaría más comparar un
paisaje con un ser que con un cuerpo, porque pienso que los paisajes
tienen alma.